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domingo, 24 de noviembre de 2024

En la estela

En el alba de mi día natal, donde las horas tejen su sombras en círculos perpetuos, contemplo el fulgor de un amor distante, como un faro que no alcanza la orilla, pero guía al viajero en mares tempestuosos. Tú, mujer de manos celestiales, tejes vida entre las hebras del dolor, sosteniendo almas en su quebranto. Enfermera de cuerpos, ¿acaso también de corazones?

Aunque el abismo del espacio y el tiempo murmura su distancia, nuestras risas, como ecos de ángeles, entrelazan lo que los años no pueden desgarrar. Frecuentamos caminos paralelos, como dos estrellas que orbitan un sol que nunca vemos, pero sentimos.

Oh, dulce tormento, amor que se ríe de la soledad. Aunque no estás a mi lado, cada palabra tuya es un pétalo que cae en la fuente de mi ser. Cada mirada tuya es una lámpara encendida en los corredores de mi alma. ¿Es este amor, entonces, menos real por no poseer? ¡No! Es más eterno, como el fuego que no consume, pero nunca muere.

Hoy, en este día que me recuerda el paso del tiempo, celebro no solo mi existencia, sino la fortuna de haber conocido la tuya. Aunque nuestras manos no se toquen, nuestros espíritus danzan, y en esa danza, hallo mi plenitud