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lunes, 21 de julio de 2025

Sabes Ara

El tiempo no es un río. Es una garra.
No fluye: arrastra. Desgasta. Muerde.
No da tregua ni avisa. Te levantas con veinte años y parpadeas, y ya no sabes quién demonios eres.
Te ves al espejo y la cara sigue siendo tuya, pero hay algo que ya no responde. Algo se perdió entre lunes y lunes.

La vida, esa broma lenta, te enseña a respirar y luego te enseña a aguantar la respiración mientras todo se hunde.
No hay paz. Sólo pausas.
No hay alivio. Sólo rutinas.
Te enseñan a sonreír por fuera mientras por dentro se desmorona algo que ni siquiera sabes nombrar.

El tiempo te deja viendo cadáveres vivos.
Amigos que ya no son, padres que envejecen sin pedir permiso, amores que se borran como tinta barata.
Y tú ahí, sin saber si estás viviendo o solo repitiendo los pasos de alguien que ya murió por dentro.

Lo peor no es la muerte. Es la espera.
El saber que todo lo que amas va a desaparecer, lentamente, sin dramatismo, como si fuera normal.
Y aún así sigues.
Como si tuviera sentido.
Como si doler fuera parte del trato.

El tiempo es el asesino más elegante, ese que no usa cuchillos ni sangre. Te mata despacio, con rutinas, con cumpleaños vacíos, con la misma calle todos los días.
No hay explosión. Hay desgaste.
Un goteo interminable que va pudriendo lo que eras.

Te roba sin que lo notes: la risa, la energía, las ganas.
Y un día despiertas y no reconoces tu voz.
Ya no sueñas, sobrevives.
Ya no esperas, soportas.
La vida se volvió una fila interminable hacia nada.

Y lo peor: nadie lo dice.
Todos fingen que está bien. Que crecer es bonito, que madurar es ganar claridad.
Mentira.
Madurar es ver cómo mueren partes de ti y tener que aplaudirlo.
Es enterrar versiones tuyas sin velorio.
Es aprender a sonreír con el rostro roto.

El tiempo no te enseña nada útil.
Te vuelve más frío, más desconfiado, más cínico.
Aprendes a amar con miedo, a dormir con ansiedad, a mirar el futuro como quien ve un pozo.

¿Y para qué?
Para envejecer rodeado de fotos que ya no significan nada.
Para aferrarte a recuerdos que duelen más que consuelan.
Para decir que “viviste” cuando en realidad te arrastraste.

El tiempo es una burla disfrazada de lección.
Y la vida, una celda con la puerta abierta… pero sin salida.

Una conclusión tan áspera como el resto, sin redención ni consuelo barato jummm solo el eco de alguien que mira el abismo y decide nombrarlo:

Quizá lo más honesto que uno puede hacer es dejar de fingir que todo tiene sentido.
Aceptar que hay días donde el alma no responde, donde la vida pesa más que el cuerpo, y que no siempre hay salida.
Que a veces no se trata de ser fuerte, sino de no romperte del todo.
Que seguir adelante no es valentía, es inercia.

Al final, todos vamos cayendo en silencio.
Nadie avisa el momento exacto en que algo dentro se apaga.
Solo lo sabes cuando ya es tarde. Cuando lo que amabas ya no importa. Cuando ya no esperas nada, pero sigues respirando igual.

Y entonces entiendes:
no era miedo, no era tristeza. Era el tiempo, masticando lentamente todo lo que te hacía humano.
Y tú, aceptándolo. Porque eso es lo que se espera.

El resto… es solo ruido.
El resto… es aguantar.
Hasta que ya no importe.

Hasta que incluso el dolor se canse de ti.

martes, 15 de julio de 2025

Mucho de esto y aquello

Reíste, lloraste, hablaste de todo y de nada... pero te fuiste. Y yo, que te ofrecí mi tormenta envuelta en un silencio dulce, quedé como un faro encendido en la niebla de tu partida, no puedes decir que solo fue por mi bien, porque el amor verdadero no teme ensuciarse los pies en el lodo de lo cotidiano, amar no es huir, ni poner excusas con cara de sacrificio, a veces se trata de quedarse, incluso cuando arde, al final, quien abandona lleva el consuelo del movimiento, pero quien se queda, se pudre en su propia quietud, y esa....... es la forma más cruel de abandono.
Es cierto, falle en cuidar tu corazón, fue un acto que no grité, pero que habité en silencio. Sé que las palabras no valen si no caminan junto a los actos, pero también sé que el recuerdo es caprichoso: olvida lo que se dijo con el alma y guarda solo lo que se hizo con torpeza, siempre se trata del ‘tú hiciste, tú dijiste’, como si amar fuera un juicio donde solo uno carga las culpas y el otro limpia su alma con silencios selectivos. Ambos dijimos cosas, también prometí sin teatro, también me fui rompiendo mientras protegía lo que me decías que debia cuidar por completo mientras te alejabas, ¿Y sabes? No todo abandono es físico, hay quienes nos quedamos, pero nos ausentamos en la mirada, y hay quienes se van, pero lo hacen con el alma abierta y el corazón sangrando, somos así, no me disculpo por haber sentido de verdad, aunque me haya dolido más de lo que pude mostrar, porque no fui perfecto, pero tampoco fui indiferente a pesar de que tú lo veas así, y eso, al final del día, me sigue salvando del olvido y de tu hastío. Al final mereces ser feliz, creo que somos dos almas que intentaron amarse desde las heridas del alma y el fuego del el corazón, no te culpo, pero tampoco me culpo más, llegué a hacerlo pero se que lo dimos hasta donde supimos, hasta donde pudimos  y quizá hasta donde nos dejaron nuestros propios miedos, no me quedo con rencor, jamás ha Sido lo mío, tampoco te dejo excusas, te dejo paz, ysi alguna vez tu recuerdo me visita, que lo haga con la delicadeza de lo que pudo ser, no con la amargura de lo que no fue.
Esas palabras: no somos nada y jamás lo seremos nuevamente; aunque, por un segundo, sonó como una dulce venganza disfrazada de redención, como esas palabras que uno guarda por tanto tiempo que terminan doliendo más al soltarse que al callarse, sabes, te fuiste tantas veces que aprendí a ocultar mi dolor en tus ausencias, a convertirme en un susurro que ya no sabías escuchar, a dolerme en silencio mientras tú decidías cuándo quedarte y cuándo partir.

Y aquí estoy… tratando de juntar las piezas de mi corazón que no rompiste de golpe, sino lento, con ternura, con dudas, con promesas que murieron tibias.

Tal vez no era venganza. Pero, juro por Dios, dolió como si lo fuera.

No soy tu nada, ni tú la mía. Tal vez fuimos pausa, tal vez espejo, tal vez caos necesario, pero al final, aunque tus palabras me duelen, también fui testigo de la parte de ti que aún sabía sentir, y eso, aunque duela, lo agradezco.
Por último en este largo texto nuevamente te digo que decirte “te amo con agradecimiento” no fue reducirte a un favor concedido ni a un consuelo en mi miseria, fue elevarte, fue reconocer que tu presencia en mi vida no llegó como una caricia ligera, sino como un huracán que devastó y transformó todo lo que yo era, mi agradecimiento no es tibio, no es cortesía, es fuego y ahora es ceniza. Es la forma que tiene mi alma de rendirse ante algo que le enseñó a sentir más allá del entendimiento.
Te agradezco como se agradece al dolor que despierta, a la herida que enseña, a la pasión que quema hasta dejar solo huesos, te agradezco como se agradece a la noche por sus estrellas, al abismo por su verdad, al relámpago por mostrar lo que el día oculta, dentro de ese agradecimiento habita el amor más grande que he conocido, habita la ternura con la que te miré dormir por unos minutos sin que lo supieras, habita el silencio en el que pronuncié tu nombre cuando no estabas, habita cada vez que quise odiarte y no pude.
Cada vez que me fui y me quedé, cada vez que me doliste y aún así elegí seguir sintiendo.

No, no es gratitud por lo que hiciste, es por lo que fuiste. Por lo que fuiste en mí, así que no confundas: cuando dije “te amo con agradecimiento”, lo que realmente dije fue:

te amo con todo lo que me hiciste ser, incluso con lo que se rompió para que pudiera encontrarte.