Las palabras se deslizan como hojas marchitas en el otoño, cayendo al suelo del corazón con un suspiro de melancolía. En el rincón más profundo de mi ser, las sombras del recuerdo y el dolor se entrelazan como en un cuento triste, una historia que se niega a desvanecerse en el vasto teatro del tiempo.
Recuerdo el eco de tu risa, un sonido lejano que alguna vez iluminó mi mundo, como un faro solitario en una noche oscura. Cada caricia compartida, cada mirada furtiva, era un verso en la poesía de nuestro amor, un poema que nunca se completó.
El abandono del espíritu se cierne sobre mí como un manto invisible, una carga que llevo con la esperanza de que algún día, la distancia que nos separa se acorte. ¿Recuerdas las noches en las que mirábamos las mismas estrellas aunque estuviéramos separados por océanos y continentes? Aunque nuestros cuerpos estuvieran distantes, nuestros corazones seguían latiendo al unísono, como una melodía inacabada.
Pero el tiempo, implacable en su avance, nos ha arrastrado por caminos diferentes. Ahora, nuestros destinos parecen tan distantes como las estrellas en el firmamento, y nuestras palabras se han vuelto eco en un pasillo vacío.
A pesar de la melancolía que me abraza como una sombra fiel, quiero que sepas que mi amor por ti sigue ardiendo, inmutable como una estrella lejana que sigue brillando en la noche más oscura. Mi espíritu anhela el reencuentro, como un náufrago anhela la costa lejana.
Quizás nuestras almas, como astros errantes, vuelvan a cruzarse en el vasto universo del tiempo. Hasta entonces, mis pensamientos y mis sueños te acompañarán, como un eco distante de un amor que nunca se desvanecerá.
Con todo mi amor y melancolía,
Profanador
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