Recuerdo aquel día de llovizna, al alba, tomando café; el aroma de la lluvia se mezclaba con el sabor de tus palabras, creando un recuerdo eterno en mi corazón, como si un escultor grabara en la piedra la huella de lo que una vez fuimos, el tiempo esculpe nuestras vidas con la misma delicadeza y permanencia, haciendo de esa escultura un recuerdo eterno, como el amor que te tengo, nuestras historias se entrelazaron en el mármol del tiempo, resistiendo las inclemencias de la vida, como el navegante que se aferra a su barca en la noche de tormenta, en cada tempestad de la vida, me aferre a ti, mi faro seguro y mi refugio en la oscuridad, aquella oscuridad lúgubre que mi corazón siente por tu partida y que solo se disipa con la esperanza de que te encuentres bien, como el amanecer que vence la noche la distancia puede crear sombras, pero el lazo que compartimos brilla intensamente, iluminando cualquier oscuridad que la vida nos presente.
Eres tan bella que haces que el mundo brille un poco más cada día, aquella belleza interna y externa que jamás se agota, como un río que fluye con encanto constante, un río que inunda la vida de quién tiene la fortuna de nadar en el, somos a veces tan solitarios, como islas en el vasto océano que tratamos de construir puentes con otros seres humanos, como los arquitectos de la vida, unimos corazones, como relaciones, derrumbamos distancias, como exploradores del afecto, acortando el espacio entre nosotros con cada palabra y gesto de cariño haciendo de nuestra relación extraña la prueba de que los lazos más fuertes se forjan a través de las diferencias, como un tesoro inesperado en la diversidad.
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