Hubo momentos en que el velo del sarcasmo era tan denso en ti, tan hábilmente tejido, que ya no podía distinguir dónde terminaba el juego y comenzaba la herida. Como ahora… donde las palabras se entrelazan con dobles sentidos.
Y sin embargo, no lo niego: siempre hubo un destello entre nosotros. Un destello que comenzó con la primera mirada, con la primera palabra… y que, quizás, nunca terminó. Una corriente sutil que fluía sin que hiciéramos mucho por detenerla, como si el lenguaje secreto entre tú y yo siempre hubiera existido.
¿Minimizar? Tal vez. Quizá solo aprendí a reducir el volumen del dolor cuando discutir jamás fué opción. No todos los silencios son desprecio, a veces son solo la forma más digna de resistir sin herir más.
Mereces que te enseñe la lengua, aunque a veces muerdas, en tooooodos los sentidos que lleva esa frase.
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