Caminaba un noviembre a la orilla de la oscuridad, tomado de tu mano, sin pensar que la dilatación del tiempo haría que no estuviésemos más uno al lado del otro. Las sombras se alzan como testigos mudos de nuestro efímero encuentro, y el reloj implacable dejó cicatrices en el alma que el destino desgarró. En el crepúsculo de nuestra historia, quedaron las huellas de un amor que jamás se desvanece en las sombras, como susurros olvidados en la noche eterna
Nacimos para amar, para mojar nuestras almas con las lágrimas de nuestros sentimientos, pues en cada gota salina, encontramos el reflejo de nuestras pasiones ocultas. Bajo la luna pálida, nuestros corazones se convirtieron en espejos que reflejaban el abismo de nuestras emociones, y en ese abrazo misterioso entre el amor y el dolor, descubrimos la esencia misma de la existencia humana.
Sentiste que no existimos, dudaste de cada palabra, a pesar de ello aquí me encuentro, como una sombra silenciosa en tu mundo. Mis pensamientos se deslizan entre los resquicios de la incertidumbre, una existencia en penumbra que busca un lugar en tu realidad. En este juego de luces y sombras, mi presencia se desvanece y se entrelaza con tus dudas, pero en el rincón más profundo de tu corazón, aún persiste la huella de lo que signifique para tí.
Sentimientos eternos atraviesan el tiempo, ¿dónde estamos parados? A dónde huimos? La vida sigue su curso inexorable, pero nosotros somos los navegantes de esta travesía incierta. En el torbellino de emociones, encontramos nuestro refugio en los momentos fugaces que compartimos, en los abrazos que desafían al tiempo y en las palabras que perduran en el eco del pasado.El mundo avanza, pero nosotros somos la eternidad que se encuentra en cada latido, en cada recuerdo, en cada beso robado por el reloj que no deja de girar.
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