Querida Luna de mi alma,
En el jardín efímero de la vida, el amor florecía como la flor más hermosa y superflua, pero en mi corazón, su belleza es inefable. Tu amor es inconmensurable, un océano de sentimientos que me sumerge en su etéreo encanto. Cada instante contigo siempre fué un sempiterno suspiro de dicha que nunca desee que terminase.
Bajo la lluvia de petricor, nuestras almas se entrelazaban, y cada beso se convertía en un recuerdo perenne. Ojalá el mundo entero pudiera ver la luminiscencia que emanaba de nuestro amor, una luz que iluminaba los rincones más oscuros de mi existencia. Tu compasión era mi refugio en medio de la tormenta, una mano amable que me guiaba en la soledad y me consolaba en la melancolía.
Nuestra historia está tejida con hilos de resiliencia, como un lienzo que enfrenta las inclemencias del tiempo. Eres mi nefelibata favorita, una soñadora que persigue sueños imposibles y quizá sin palabras melifluas pero si con una elocuencia que desafiaba lo común. Nuestro amor era como la efervescencia de un río caudaloso, y cuando tus brazos me envolvían, encontraba la ataraxia que anhelaba.
Nunca olvidaré el día en que nuestros caminos se cruzaron, un encuentro de serendipia que cambió el rumbo de mi existencia. Eres y siempre serás mi alba en la oscuridad, una epifanía que ilumina mi mundo con su incandescencia. A veces, la nostalgia de los momentos compartidos me embriaga, pero sé que nuestro amor es inmarcesible, como la aurora que siempre renace.
Tus ojos, dos joyas en mi universo, reflejan el infinito de nuestros sentimientos, y cada ademán tuyo era una caricia en mi alma, en esta época de locura, tu amor siempre fué mi ancla, y mi soledad encontraba consuelo en tus brazos, y mi resiliencia se fortalecía con tu apoyo.
Eres mi musa, mi inspiración, y juntos construimos una melodía que solo el viento de la melancolía pudo llevar por qué nuestro amor es un tesoro que ningún ladrón puede robar, un secreto compartido en la quietud de la noche, por qué tus palabras siempre fueron mi guía en este laberinto de limerencia, y la elocuencia de tu risa: una hermosa sinfonía que llenaba mi corazón de efervescencia, como un río tranquilo en la ataraxia, un río que fluye como nuestra historia, un cuento que nunca olvidaré, un cuento que para mí: nunca llegará a su desenlace.
En cada amanecer, encontré en ti la iridiscencia de la vida, una promesa de un día mejor, un rayo de esperanza que disipó la nostalgia, eres y siempre serás mi faro en la noche, la luz que guía mis pasos, mi aurora en medio de la oscuridad, una mariposa en vuelo, una danza de colores en el cielo de la limerencia, por qué a veces, somos sonámbulos en este sueño compartido, pero cada instante juntos era una serendipia que llenaba nuestras vidas de significado, y en el alba de nuestro amor, descubrí una nueva epifanía, un nuevo atisbo de tu belleza infinita, y en tu sonrisa que es un arrebol en mi mundo, un rayo de luz que disipaba las sombras de la vida, por qué en tu mirada encontré la incandescencia de un sol eterno, una promesa de que el amor que te profese jamás morirá, quizá solo sean palabras para el mundo y no acciones, pero en medio de la agitación del mundo, en la efervescencia de la vida cotidiana, tú eras mi paz, mi ataraxia.